Entre risas y miradas de complicidad surgió la idea de hacer huevos de dragón (tema que las apasiona a ambas y muy recurrente en casa). Así que llenamos globos de bolitas y mamá añadió canicas y otros objetos con texturas más duras (al recordarme a los globos sensoriales) como contrastes.
El resultado... unos huevos de dragón increíbles que a todos nos apetecía estrujar y manipular.
Las historias que de ellos salieron fueron un derroche de imaginación al estilo inconfundible de la casa y a cerca de lo que realmente nació de los huevos... eso ya será en otra historia.
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